La
puerta crujió con cierta
violencia, hasta Ñito
llegó su sonido de metal oxidado
y chirriante. También
le llegó
otro sonido,
muy reconocible; un
tintineo
ligero
que
pretendía
ser
agradable
y
que solo era inquietante.
Ñito
salió
raudo
de
sus
ensoñaciones
y
miró
con
desgana
a
la
puerta. Las
plantas entonces se
pusieron
en
guardia,
o
al
menos,
eso
le
pareció
a
Ñito.
¡Tengo
que
deshacerme
de
ese
trasto! -pensó Ñito con
desgana- ¡Para
que
necesito
saber
si
entra
alguien
en
la
tienda,
si
lo
tengo
delante
y
lo
veo
venir
desde
la
calle! -concluyó
espantado por la propia hosquedad de sus pensamientos.
El
móvil de plástico,
situado
sobre
el
quicio de la puerta y
compuesto por una decena de figuritas muy feas e indefinibles,
se
zarandeó de nuevo
sonando
con insistencia. A
la
tercera
o
la
cuarta vez, resultó
insultante.
Desde
el exterior,
una
pequeña
figura
femenina
se perfilaba empujando la
puerta
con
poca maña
y mucha menos fuerza;
después de dudar, dio un
fuerte
empujón que
acompañó
de
un
gesto
de
fingido
dolor, y
al fin,
logro
entrar.
Margarita
Peris, la madre de Ñito, había encogido con el paso de los años. En sus tiempos, sin
ser alta, destacaba por su aspecto firme y por su desenvoltura.
Siempre tuvo una mirada limpia y eso no había cambiado. Las miradas
limpias permanecen durante toda la vida, no cambian nunca, son inasequibles al paso de los
años. Margarita ahora era bajita y algo rolliza, tenía arrugas por
toda la piel que le imprimían carácter, pero que la dejaban vacía de
confianza. Al empujar la puerta todo su cuerpo titubeó, su voz
también sonó entrecortada.
-Ay
hijo, de verdad,
tienes
que
arreglar
esa puerta...tu
madre
ya
no
tiene
fuerzas
para
empujar
así.
La pequeña figura de Margarita entró sollozante en la tienda, lo hizo con
el aliento perdido y taconeando con fuerza sobre las pegajosas
baldosas del suelo. Por más que Ñito barriera, la superficie de la tienda siempre estaba cubierta
por un sinfín de hojas verdosas y amarillentas, todas ellas resecas.
-¡Hola
mamá! -dijo Ñito,
convirtiendo su gesto en una rutinaria mueca de alegría
-Que
tal
hijo...¿como
va
la
mañana? -dijo
ella,
mirando
a
Ñito
con su expresión mas
plácida
y bondadosa.
(De pronto, las
plantas se relajaron con un súbito suspiro que solo Ñito pudo
percibir...)
-Pues
mira
mamá -prosiguió
Ñito
sacando
de
su
cerebro
todo
el
arsenal
de
frases
irónicas
que
tanto
le
gustaban-; tú
eres
la
tercera
visita
de
la
mañana,
y
digo
visita,
que
no
clienta,
porque
clientes
no
ha
venido
nadie;
vino
el
de
la
pescadería
hace
un
rato;-¡muchacho...tienes
aquí
perejil!- pues
no,
lo
siento,
pero
no tengo perejil,
esto
es
una
floristería
y
no
una
herboristería
o
algo
así.
Ahh,
y
luego
entro
un
turista -¿Por
favor...saber
como
ir
Miguelote? querrá
decir
usted
Miguelete,
claro...Miguelete-. ¡No
se
si
me
entendió
mamá,
igual
anda
confuso
y
turbado
dando
vueltas
alrededor
del
Hemisferic! ¡Venga
hijo
no
seas
así! -protestó ella-
ya
sabes
que
por
la
tarde
es
cuando
mas
gente
viene
y además
tienes los encargos del señor Mario, ¿verdad?...¿como
llevas los encargos, hijo?. Bien,bien...menos
mal
que
la
gente
“la
palma”
continuamente
-dijo
Ñito
relamiéndose
en
su ironía- tengo
que
preparar
dos
coronas
de
muertos para esta tarde,
ya
sabes
la
alegría
que
me
dan
las
coronas
de
los
muertos, mamá;
“Tu
mujer
y
tus
hijos
no
te
olvidan”...pues
si,
estaría
bien
que
te olvidaran
nada
más
palmarla, ¿no crees?.
Mamá,
si
yo
me
muero
no
se
te
ocurra
poner
nada
parecido en mi corona,
ehh.
Pon
algo
así
como
“el
pobre
vivió
como
pudo”. ¡Ay
hijo...como
eres! -se
lamentó
ella-
tu
madre
siempre
esta
pendiente
de
ti
y
vengo
a
verte
por
eso,
ya
sabes lo mucho
que me preocupas hijo...mucho
-dijo ella, enfatizando como siempre, el volumen de su preocupación..
Mamá carraspeo -este es uno
de los gestos automáticos de mamá- como si ejerciera así una
defensa intuitiva ante las cosas que le rodeaban.
Luego, se
quedó en
silencio.
Yo
la
miré,
pero
enseguida
aparté
la
vista de su rostro.
El
silencio, muy incomodo,
tomó cuerpo.
Era
un
silencio
que
se
sentía
en
el
aire,
presencial,
denso como
una
nube
oscura,
ruidoso
como
un
trueno
invisible,
y
tras
él,
esos ojos
tristes
de
mamá, ojos
que
se
curvan
en
forma
de
almendra
convirtiéndose
en
pena.
Una
pausa,
eterna.
La
fracción
de
un
segundo,
escasa.
Apenas
un
frío
instante
y
una
pared
en
el
aire
que
se
extiende
entre
los
dos. Un muro
infranqueable. Y en
ese
momento, reducido pero
eterno, puedo
ver
infinidad
de
imágenes
contrapuestas,
imágenes
que
penetran en
mi
alma
como
si
fueran
cuchillos
acusadores,
imágenes
como
la
de
Matías;
aquel señor
del
banco, el director de la
sucursal, creo.. .Un
hombre
adusto
y
de
mediana
edad, figura recia, rotunda y una
cara
pequeña
y
redonda
que más parecía una luna
blanca con manchas grises
adornada solo por unas discretas gafas de borrosos cristales. El
señor Matias tenía la cabeza encogida, como si hubiera sido sometida
a algún proceso de reducción cruel, que además estaba totalmente
descompensada del
resto
de
su
cuerpo,
ancho de abdomen
y
patizambo de piernas. (A
Ñito le venía siempre a la cabeza la misma imagen cuando pensaba en el Sr Matias; una cerecita
negra con gafas caídas en medio de un rollizo pastel).
El señor Matias, orgulloso y seguro de si mismo, parsimonioso y
feliz; frunció
el
ceño,
movió
la
nariz, se ajusto las
gafas, se
atuso el
pelo,
y dijo:
-¡30.000
euros
para
el
traspaso
de
una
floristería!.¿Esta
usted
segura
señora
Peris?.-y volvió a
ajustarse las gafas arrugando el entrecejo y entornando sus diminutos
ojos negros, como de ardilla traviesa...
-¡Habrá
que
aportar
la
casa
como
garantía..eso
lo
tiene
usted
claro,
verdad
señora
Peris!.-prosiguió el
señor Matias a la par que miraba a mamá con expresión de asombro, y
de reojo, preparaba el expediente del préstamo; media
sonrisa algo arqueada,
entre sagaz y complaciente y mirada furtiva, casi acusadora... Y al
rellenar
tristemente
los
campos
del
ordenador,
otra mirada; frunce el
entrecejo, abre levemente la boca mostrando sus labios carnosos y
húmedos, entorna los ojos metidos como botones en su cara, oscuros,
fríos y de un brillo desapacible; y en cada una de las miradas, más
acusaciones, más culpa. El señor Matias continuó tecleando cada uno
de los datos, tecla a tecla, mirada a mirada, latigazos de culpa uno
tras otro..
-¡Usted
sabrá lo que hace con su dinero señora Peris!- repitió alzando la
voz mientras se ajustaba las gafas con
la puntita de su dedo corazón.
-¡Si!,
dijo mamá..¡Se lo que hago!- y todos callamos..
-¡Bien,
pues no hay más que hablar!- añadió él, con expresión y mirada
surgida directamente del "enter" del ordenador
(¡Tac,tac,tac,concedido!)
-Ya
lo
tenéis,
¡arreglado!.Préstamo
con
garantía
hipotecaria,
30.000
eur
al
8´5%.
Titulares;
Margarita
Peris
Guillot
y
su
hijo,
Alvaro
Domenech
Peris -conocido
también
como
Ñito.
(Dios
sabrá
por
qué).
Para
Ñito,
préstamo
hipotecario
con
garantía
de
culpa.
-¡Bueno
hijo... ya me
voy! -dijo
Margarita sacando
a
Ñito
de
sus
turbios
pensamientos-;
te
dejo
un
trozo
de
torta
de
manzana -añadió- al tiempo que dejaba sobre el mostrador un gran triangulo esponjoso
envuelto en papel de aluminio- almuerza anda,
que
esta
muy
buena y tienes que comer.
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