Hola!
Hacia tiempo que no sentía. Hacía tiempo que no corría, solo para sentir...
No quería que se escondiera el sol, así que salí tras él, con el animo intacto, sin pensar en la velocidad, ni en la eficacia de mis piernas, solo en busca de la luz, queriendo bailar con mi propia respiración, y que salieran de baile también mis pensamientos, para que estiraran sus piernas y se electrizaran con esa danza de idas y de venidas constantes. Y que así, junto a mis piernas, mas lentas que nunca, algo nuevo naciera, tal vez una chispa del sol nunca antes vista por mi...
Era una tarde despejada, levemente ventosa, muy clara, evocadora, con un cierto deje sentimental y de añoranza. Había algo esperanzador que flotaba junto a mi, algo que se ató a mi cintura y se hilvanó a mis cordones, algo que trepó por mis piernas y se instaló en mi estomago, para después ahondar en mi mirada y por fin, alcanzar mi sonrisa en cada uno de los vaivenes de mi lento trasiego.
Decidí salir sin música, para poder sentir mejor, para buscar con mas certeza en los ribetes de la senda cercana. Y pronto empecé a escuchar, primero desde dentro; puse a tono mi respiración y ajuste con ella el ritmo tendido que marcaba mi corazón, y poco después desde fuera, como si alguien agitara de repente unas invisibles batutas, a mi alrededor se desató una inmisericorde sinfonía de notas alzadas al viento.
Al principio, giré desde el puente que hace curva en el río para alcanzar con mis ojos la parte mas señorial de la ciudad; los arboles mas próximos, eternamente altivos, cimbreaban de un lado para otro creando suaves corrientes que llegaban hasta mi en forma de silbido; como si de un bosque mágico se tratara, sus copas mas altas parecían acariciar los balcones que había al fondo, y que mas parecían extraños decorados que alguien había pintado allí por capricho.
Luego, una vez en la amplia recta que se abre despajada y que proyecta el camino hacia los puentes mas modernos de la ciudad, lejos de abrazar la enormidad y correr sin ambages, quise ocultarme, quizás por timidez o por ganas de encontrar nuevas respuestas, tal vez por huir de mi propia lentitud, o de mis defectos, o solo por que así, detrás de los arboles, muy cerca de los muros, quizás allí podría encontrar de nuevo la salida, y proyectarme otra vez, esta vez sin miedo, al camino mas despejado. Así, giré hacia la derecha y me adentre raudo por un camino en el que nunca antes había estado; y corrí por un estrecho pasillo de adoquines grises, de tacto espeso e irregular, pero que por alguna razón se hacía agradable al trote; aquel camino serpenteaba acercándose y alejándose del muro cobrizo que delimita el río, y subía y bajaba formando pequeñas cuestas que mas parecían divertidos toboganes de piedra, también se espesaba entre los arboles y las enredaderas, ensamblando con esmero la estrechez misma de la ruta. Mientras corría, notaba como mi respiración se acelerada y mi pulso se hacía cada vez mas fuerte; a la brisa se fueron uniendo los pájaros, que al atardecer, enardecían en chillidos en un coro multitudinario, lejano por la distancia pero tan cercano que estremecía mi alma con su ensordecedor sonido. De pronto escuche un claxon y alguien riendo, el aire ligero traía y llevaba sonidos que iban y venían de todas partes y de ninguna a la vez...Me gustó sentirme allí en medio, en medio del todo y de la nada y estar corriendo...solo corriendo, por aquel camino oculto de acertijos, melodías de idas y de venidas, suave balanceo de pensamientos, cadencia sutil de piernas, brazos, caderas, pulmones...corazón
La tarde se fue dejando caer como si fuera una pluma, aleteando desde el cielo y formando círculos, planeando por la circunferencia del planeta para posarse sobre la noche. Pero antes de caer, la pluma pinto paisajes que yo nunca antes había visto.
Por fin, salí de la zona oculta para lanzar mis zancadas a la parte mas despejada del río, y fue al dar la vuelta, para volver sobre mis pasos, como hago todos los días, ejecutando con mis piernas el nudo imaginario de ida y de vuelta al río, cuando lo vi...Se habían formado unas pocas nubes en el cielo, y el viento soplaba mas fuerte, pero no era molesto, se arremolinaba a mi alrededor como un pequeño huracán, jugueteando con mis piernas; las nubes, algo borrosas, parecían hebras de algodón que lentamente se deshilachaban. Al fondo, donde se pierde la vista, un atardecer inexplicable. Al verlo, sobrecogido y guiado por un fugaz instinto, aceleré, absurda intención la mía, pero no fue por alcanzarlo, hubiera sido muy egoísta por mi parte, si no por formar parte de él, por sentir en mi piel, aunque solo fuera por un instante, aquella chispa granate, incandescente, que se derramaba desde el cielo sobre los altos edificios de la ciudad.
Y mientras la seguía, no se si llevado por la imaginación o por la fuerza misma de mis piernas, tuve la certeza de estar contemplando algo irrepetible, algo que nunca antes había visto. Y seguí tras ella, no se si lento o rápido, no se si por mucho o por poco tiempo, hasta que por fin, se diluyo muy cerca del horizonte.
No quería que se escondiera el sol, pero al final lo hizo, dejando tras de si un atardecer perfecto y una paz muy dulce dentro de mi corazón.
Por fin corrí...solo para sentir.
¡Hasta pronto!
No quería que se escondiera el sol, pero al final lo hizo, dejando tras de si un atardecer perfecto y una paz muy dulce dentro de mi corazón.
Por fin corrí...solo para sentir.
¡Hasta pronto!
Eres grande Juanvi, como corredor, como escritor pero sobre todo como persona!!
ResponderEliminarPiensa que todo aquello que hoy plasmas en tu blog podrá leerlo el día de mañana tu pequeña Julia! Sólo por eso merece la pena seguir escribiendo...
Un abrazo muy grande,
Vero
¡¡Muchas gracias Vero!! ¡Cuanto me llena lo que me dices!
EliminarMi querida y fiel seguidora, lejos en la distancia, tan cercana siempre a través de las tus cálidas palabras. Y espero que esta pequeña ventana sea para mi querida Julia, como tu dices, como un bonito regalo para ella. Y gracias a ti, de veras, por ser siempre tan generosa y tan buena conmigo.
Un besazo enorme!